Del latín PYRŌPUS, y éste del griego 'πυρωπός', compuesto de ‘πυρ’, “fuego” y ‘ωπός’, “ojo”. 
Eso es un piropo: “fuego en la mirada”.
Sé que muchos de vosotros, dado que mi postura feminista es manifiesta en las redes, habréis pensado que este texto, escrito con tintes de tal movimiento, iba a denostar y a tirar por el suelo este concepto.
E incluso, algunos y algunas -y  aquí hago significativo énfasis en la distinción de género-,  ni siquiera lo querrán leer, motivados por el mismo ‘pre-juicio’.
No. Os voy a defraudar.

Aunque como buen ser humano, tienda a los extremos, desde muy joven he encontrado como fin un ideal de moderación, lucidez y sensatez. En ello me sigo ejercitando a través del conocimiento. Comprometida con la problemática social de la mujer, me esfuerzo en analizar los distintos temas con equilibrio, sin ver machismos por doquier. Pero tampoco escurro el problema, por ‘micro’ o ‘macromachista’ que sea. Y lo denuncio públicamente.

Fuego en la mirada. Fuego de ardor. Ardor de pasión.
El fuego de los ojos que admiran al sujeto deseado.
La pasión. Que te incita a proferir bellas palabras de admiración.
La pasión, que, lejos de entenderse como patrimonio exclusivo del hombre, siempre ha caracterizado incluso más a la mujer a lo largo de toda la historia. 
Y, sin embargo, en esta palabra no le ha sido adjudicado el papel de gestora, sino el de adjudicataria.
Fue al hombre como sujeto agente al que se le adjudicó el PIROPO.
Era lógico en una sociedad en la que la mujer debía tener una función pasiva en el amor y en el sexo, función que aún hoy permanece, desgraciadamente por tradición y no por elección, como vestigio residual.

Ardor de pasión que el enamorado, debiendo iniciarla,  la expresaba, y la enamorada recibía sin poder tomar la iniciativa. Así se establecía una pareja jerarquizada con unos roles encasillados y que no conducía a una relación de igual a igual.

La mujer también siente el ardor. También necesita expresarla.
El hombre también necesita ser el beneficiario. Ser el deseado. Escuchar y ver el fuego en los ojos.
El fuego en la mirada es la pasión, del que admira y de la que admira, comunicada a su destinatario.

Un piropo implica admiración. La admiración implica respeto. 
Sin admiración ni respeto no hay piropo.  




1 comentario:

  1. Una muy interesante reflexión, Pilar, que no tiene miedo de combatir un tópico tan de moda en muchos círculos feministas. Sé muy bien que eres una mujer valiente y que no temes en absoluto expresar tus opiniones, siempre con educación y con rigor, que lo cortés no quita lo valiente.
    Y ahondando en el asunto, me resulta muy significativo tu comentario acerca de los piropos femeninos. Decir que las mujeres no tenéis fuego en la mirada no solo es una ridiculez que niega la más que evidente realidad; además, como en tantas otras posturas de un tipo moderno de feminismo, esta es, quizá inadvertidamente, un menoscabo de la mujer, a la que se trata, o eso parece, en muchas ocasiones como una menor de edad que debe ser constantemente protegida de la mirada masculina, siempre ávida de sexo. A veces, parece que algunas feministas se han educado en un convento de ursulinas y no son las mujeres fuertes, de cuerpo y de mente, que muchos hombres aspiramos a tener a nuestro lado.
    VALENTÍA. La palabra "valentía" está formada con raíces latinas y significa "cualidad del que tiene fuerza, salud y vigor". Sus componentes léxicos son: valere (permanecer en plenitud de fuerza, salud y vigor), ente (agente), más el sufijo -ia (cualidad)

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