Cuando doblo esta palabra, lo que me
trae a la mente es una imagen muy personal: dar un “paseo por la Bahía”.
Del latín ‘con-versari’ significa “vivir, dar vueltas en compañía”. Muchas
vueltas he dado yo acompañada. Pero no eran, ni son, unas vueltas cualquieras.
Era el mismo camino de ida y vuelta
recorriendo la Bahía.
De una punta a otra, dábamos vueltas
repletas de conversaciones.
Siempre con el mar de fondo. Desde mi más tierna juventud.
Vueltas con amigos y más amigas,
compañeros y más compañeras con los que he hablado, dia-logado, com-partido
multitud de experiencias, conocimientos, reflexiones, sentimientos, emociones,
fortaleza y esperanza.
Paseo y pensamiento.
Hay una tradición de unir ambos
conceptos. En el ámbito de la filosofía tenemos en el famoso cuadro de Rafael “La
Escuela de Atenas”, a Aristóteles y Platón caminando,
rodeados de personajes como Hipatia, Sócrates, Parménides y Heráclito.
Aristóteles mismo, fundador de su
escuela, el Liceo, lo que hacía era pasear por su jardín, el ‘peripatos’
mientras iba hablando a sus discípulos.
Nietzsche afirmaba que “todos los
pensamientos verdaderamente grandes se conciben paseando”.
Por otro lado, científicamente también
está comprobado y aceptado que cuando paseamos, el organismo entiende que
estamos realizando un ejercicio y que, por tanto, se necesita más oxígeno y
flujo sanguíneo, cosa que repercute enseguida en el cerebro ya que mejora su
fluidez mental.
Por tanto, no me resulta extraño que
mis mejores pensamientos y reflexiones los tenga paseando. Y aún los mejores de
todos, paseando con otro/s.
Y es que cuando sigo profundizando
en el análisis de su etimología, me encuentro con ‘con-versus’, que también
viene de ‘con-versari’ y que significa “convertirse”. A medida que vamos
conversando, nos convertimos en alguien distinto, nos transformamos a través de
la palabra.
Una persona, después de haber
‘con-versado’ con otra, nunca será la misma.
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