'MAGN-ANIMA'



            Cuando doblo esta palabra, lo que me devuelve no tiene figura porque es un ALMA GRANDE.

            Del latín ‘magna’, grande, y ‘anima’,
alma, “alma grande” es a lo que aspiro. 

            Una palabra poco utilizada pero realmente preciosa. Belleza hay incluso en cómo suena: MAGNÁNIMA. Con esa aliteración de ‘emes’ que en el habla están representando musicalmente la suavidad y la delicadeza del que ‘ama’, y que evoca a la palabra onomatopéyica ‘mamá’ (amma) y su ya estudiada relación con ‘amar’.
           
            Ser magnánima, por tanto, da mayor capacidad para amar. Y esta capacidad se fomenta desde que se nace, donde son necesarias las personas que a uno le rodean. A través de los demás llego a mí en el amor.

            Generoso, comprensivo y compasivo son términos que vienen a utilizarse actualmente para describir a una persona magnánima. Así, por ejemplo, se dice que una persona lo es si sabe perdonar aquellos errores que cometen quienes le rodean o aquellos a los que más quiere.

            Hace falta tener un alma grande para perdonar porque el que 'per-dona' insiste abundantemente ('per') en dar amor ('donar') a los demás. A través de los demás llego a mí en el perdón: aprendo a perdonarme a mí misma.
           
            Gracias a lo que podemos ver fácilmente en los demás, consigue uno verse honestamente tal y como es, sin la fantasía o la censura con la que se halaga o se castiga respectivamente. A través de los demás, llego a mí en la aceptación: llego a ‘abrazarme’ a mí misma 'completa': con mis virtudes y mis defectos.

            Pues sí. Quiero ser una persona magnánima. Una persona que, rendida, deja de revivir el mismo sufrimiento (RE-SENTIMIENTO) y llega junto con el otro (COM-) a sentir el suyo (-PASIÓN), logrando completamente capturar (PER-CEPCIÓN) los sufrimientos ajenos e insistiendo abundantemente (PER-) en dar amor (-DONAR) a sí mismo y a los demás.

           

           


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