La conjuRación de los verbos

    


I. "La conjuRación"           

     Hubo un momento en el mundo de las palabras en que, sintiéndose incomprendidas, vieron la necesidad de unirse y se rebelaron.
     Poco a poco
todas las clases se iban aliando, indignadas por ser tan mal tratadas en un mundo  cada vez más separado de ellas y en el que las personas sólo las utilizaban para su conveniencia.
     Faltaban los verbos. Eran los últimos que quedaban.
     Entre tanta acción no podían parar y distinguir con claridad en qué situación se encontraban.
     No les dedicaban tiempo.
     Además, se resistían con vehemencia dada su mayor autonomía. 
     Hasta que, cansados, finalmente dejaron de ser conjugados y se unieron junto al resto de sus compañeras  en estrecha y profunda conjuración.
     Felices y fortalecidos por la alianza, se dispusieron a deliberar sobre la situación.
     Comprendiendo el origen del problema, llegaron a un solemne juramento: solo puedes amar a aquel cuya esencia conoces y aceptas. Las personas han olvidado nuestra esencia. Sólo ante aquellos que nos amen entregándonos su tiempo, nos postraremos doblándonos para seguir sirviéndoles en continuado, recíproco y renovado amor.  
     Hasta hoy se siguen conjurando. 

...


II. "La 'dobladora' de palabras"

     Fue una tímida preposición, que se hallaba escondida, la que vino a revelar un mensaje a la primera persona que les dedicó su tiempo.
     -No importa la cantidad de fuerza que uses para conseguir tus metas -dijo la preposición-. Es la dirección de la misma la que determinará los frutos que coseches.
     -No lo entiendo. -Dijo ella. 
     La preposición adelantándose ya a su respuesta, se aproximó y le dijo:
     -Ante ti nos estamos doblando para que veas el verdadero significado. Si utilizas la fuerza que tienes en tu interior, ahí estaré yo, para indicarte el camino. Me pondré delante, haciendo gala de mi nombre, para indicarte hacia dónde tienes que ejercitar tu fuerza. Entonces estarás es(ex)-forzándote. Pero si la utilizas sobre ti misma, no estaré para ayudarte. ¿Sabes ya si estás lista para es-forzarte o seguirás forzándote?

     Esta persona fue una mujer y éste fue su primer encuentro con los conjurados.         
     Encuentro del que salió con un nuevo nombre: "la 'dobladora' de palabras".

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III. “Entre pliegues”

                  La dobladora, fiel al consejo dado, se propuso firmemente dejar de forzarse y prepararse para el nuevo estado: un compromiso de continuado ‘es-fuerzo’ que le iniciaría en el encuentro con una magia nada ilusoria.
                  Una magia que encerraba ese mundo de palabras conjuradas. Una magia tan real como accesible.
                  Un sustantivo fue el siguiente que se le acercó:
                  -Dobladora con ‘dobleces’, de los que apenas eres consciente. Yo, como ‘sub-sta-ntivo’, “estoy debajo de” cada uno de ellos y, si me doblas, podrás descubrir mi verdadero valor.
                  Acto seguido, lo dobló y al tiempo que lo hacía, iban apareciendo ante su mirada los dobleces, los ‘pliegues’ que se iban colocando a su alrededor.
                  Se manifestaron ante la dobladora y ella los podía ver.
                  -Ya has empezado. –Dijo el sustantivo.
                  -¿He empezado...?¿...el qué? –dijo ella.
                  -A ‘im-plica-rte’ en los pliegues entre los que siempre has estado ‘com-plicá-ndote’.
                  Comenzó a “des-enrollarlos” con la ayuda de la preposición y el sustantivo.
                  Y así, ‘ex-plicá-ndolos’,  la dobladora comenzó la aventura de descifrar la magia insondable del mundo de las palabras conjuradas.

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